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martes, 7 de octubre de 2008

El golpe monárquico de 1931

12 de Septiembre de 2008

Pío Moa
“Las elecciones municipales resultaron una victoria aplastante para los monárquicos (…) pero ocurrió que los republicanos triunfaron en casi todas las capitales de provincia, lo que tuvo un fuerte impacto psicológico. Ello no podía ser decisivo, a menos que se otorgara una superioridad cualitativa a los votos urbanos. Mas el primero en admitir que sí había electores de primera, segunda y tercera, fue el gobierno, dirigido de hecho por el mismo Romanones. Los argumentos con que posteriormente se ha justificado la superioridad del voto urbano recuerdan a los empleados por Lenin contra Rosa Luxemburgo en torno a la asunción del poder por los bolcheviques contra el voto mayoritario [por lo demás, la limpieza de las elecciones, en la ciudad y en el campo, no fue puesta en cuestión hasta mucho tiempo después, como justificación a posteriori] (…) El gobierno fue aún más allá. Se apresuró a dar a unas elecciones municipales un carácter plebiscitario que todavía no le concedían sus contrarios. Aquellos ministros (…) mostraron entonces una auténtica voluntad de reconocer la “victoria” republicana.

Romanones hizo una declaración entreguista: “Hay hasta ahora 35 capitales perdidas por nosotros, y no se debe la derrota a la impericia de los gobernadores” Derrota, pues. Y al día siguiente el almirante Aznar, “el primer obligado a quitar importancia al triunfo republicano (…) dijo simplemente esta frase: ¿Les parece a ustedes poco lo que ha ocurrido ayer, que España se había acostado monárquica y se levantó republicana? La frase se extendió por Madrid y por España como un reguero de pólvora. Los socialistas y republicanos empezaron a enderezar las orejas”, escribe Cambó (…)

Por supuesto, la votación no dejaba de ser un éxito relativo muy reconfortante para el gobierno provisional republicano, y en la madrugada del día 12 al 13 sus miembros salían contentos de la Casa del Pueblo. Maura caminaba con Largo y De los Ríos, el cual dijo que el triunfo les daba esperanzas para las elecciones generales de octubre (…) Maura miró a Largo y “con asombro vi que asentía (…) Recuerdo la vehemencia con que les hice ver el error en que estaban, anunciándoles que antes de cuarenta y ocho horas estaríamos gobernando, y advirtiéndoles del riesgo que podían correr muchas cosas vitales para todos si no era así, por timidez o vacilación nuestra. Me llamaron iluso y nos despedimos (…) Puedo afirmar que durante todo el día 13, el único del Comité que creyó y obró seguro de la derrota definitiva [de los monárquicos] fui yo”.
Pero el gobierno estaba resuelto a no tolerar las indecisiones de sus adversarios. A medianoche del 12 al 13 los ministros se reunieron informalmente en Gobernación con el general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil y simpatizante de la república, según Lerroux. Romanones le preguntó si podía responder de sus fuerzas para controlar posibles desórdenes. Sanjurjo respondió: “Hasta ayer por la noche podía contarse con ella”. Y asegura el conde: “Todo estaba perdido”. Berenguer, ministro de la Guerra, faltó a la reunión, pero no mostró menos resolución pro republicana que los otros. Sin consultar a sus colegas envió un telegrama a las autoridades militares de provincias, haciéndoles notar la “derrota de las candidaturas monárquicas en las principales circunscripciones” y pidiéndoles “la mayor serenidad” en pro de la patria, evitando “trastornos que la dañen” y seguir “el curso lógico que impone la suprema voluntad nacional”. Voluntad expresada, al parecer, en “las principales circunscripciones”. El telegrama, pronto difundido en la prensa, llenó de euforia a los republicanos. En suma, antes de que amaneciera, Romanones, Sanjurjo y Berenguer, llevados de un vehemente deseo de acatar la “voluntad nacional”, habían desahuciado por su cuenta y riesgo al régimen que teóricamente defendían.

Al amanecer el día 13, el conde acudía a palacio. “Yo no acertaba con la fórmula de afirmar que todo estaba perdido, que no quedaba ya ni la más remota esperanza y, sin embargo, hablé con claridad suficiente, interrumpiéndome el rey con la frase: “Yo no seré obstáculo en el camino que haya que tomar, pero creo que aún hay varios caminos”. Y observa Maura con justeza: “Ya en la mañana del 13, antes de que el Gobierno hubiese deliberado reunido y antes de que la calle hubiese mostrado síntomas de efervescencia, el conde estaba decidido a forzar las etapas para que el monarca abandonase la lucha”. Y por la tarde Aznar hacía su famosa declaración sobre el acostarse y levantarse, que en la práctica era un llamamiento a los republicanos a tomar la calle”

(De Los personajes de la república vistos por ellos mismos)

**** "El 8 de marzo de 1944 Don Juan escribía a Franco urgiéndole a restaurar el trono "sin recurrir a fórmulas intermedias cuya introducción se susurra y cuyo único resultado sería el desvirtuar la eficacia de la monarquía". Señalaba, injuriosamente para Franco, cómo Alfonso XIII "pasó a la historia limpio de sangre y opuesto a una guerra fratricida" (...)
El dato más significativo políticamente fue la carta del 27 de mayo, en la que el dictador contestaba a la escrita el 8 de marzo por Don Juan (...) No olvidaba replicar a las expresiones de Don Juan insultantes para él, como el recordatorio de que Alfonso XIII había salido de España por no mancharse de sangre. Tal ejemplo, escribía Franco "no puede constiruir escuela a seguir por nuestros príncipes", porque "sus nobles palabras y su desinterés, apreciables como hombre, no le elevan en cambio como rey. Mucha fue la sangre que se vertió luego como consecuencia de aquel acto" (de Años de hierro)

Como consecuencia de aquel golpe de estado monárquico con desprecio absoluto de sus propios votantes. Golpe que legitimó plenamente a la república, pese a revelarse esta incapaz de subsistir largo tiempo, socavada y finalmente destruida por sus izquierdas y separatismos.

ATC Journal. ¡Llevamos la información!

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