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miércoles, 1 de octubre de 2008

La tradición anticlerical (1)

EL ARTE DE SOBREVIVIR

Por Agapito Maestre
Zapatero.
Mientras que Sarkozy recibe con todos los honores al Papa, Zapatero visita Turquía y canta los "valores" del Islam. Eso es sólo un síntoma de algo más grave que distingue a España del resto de Europa.
El trato respetuoso que los gobiernos europeos dan a la Iglesia Católica, en el último lustro, contrasta con el duro castigo infligido por el Gobierno de Zapatero a los cristianos españoles en general, y a la jerarquía eclesiástica en particular. Baste recordar, otra vez, la afabilidad mostrada por el Gobierno de Francia con la reciente visita del Papa a la república vecina. Algo parecido, si se me permite el paralelismo, sucede en el ámbito de la inteligencia europea; en efecto, mientras que en Europa hay una preocupación constante entre los intelectuales por analizar el nuevo papel que está desempeñando la religión católica en el devenir cultural y religioso de Europa, especialmente a través de la discusión de textos fundamentales de Benedicto XVI, en España no sólo no se discuten esas aportaciones sino que se silencian, o peor, se desprecian con el peor estilo del anticlericalismo hispánico.
El anticlericalismo parece algo superado en los países más avanzados de la Unión, pero España es, sin duda alguna, una vez más la excepción. Su desprecio y ataque por el cristianismo es una de las señas de identidad del Gobierno Zapatero. La equiparación constante que hace el Ejecutivo español del catolicismo con otras religiones es otra muestra de su desprecio a lo que sucede en Europa. Este estilo anticlerical tiene, desgraciadamente, una extensa tradición española que sería conveniente repasar con cierta piedad para que los errores de entonces no se conviertan en virtudes actuales. Ni Ortega y Gasset ni otros liberales de su época, por exponer un ejemplo digno de estudio, se salvaron de esa actitud anticlerical. Aquí les dejo unos breves comentarios sobre esa ambigua actitud de Ortega ante la Iglesia, que nos pudieran ayudar a contextualizar el grosero anticlericalismo de nuestras principales agentes de socialización intelectual.
El compromiso laico de Ortega era, en principio, incompatible con la defensa de la democracia cristiana, o mejor, de la acción del cristiano en este mundo. Y digo en principio, porque la relación de Ortega con el cristianismo en particular, y la religión en general, ha sido un asunto muy debatido, pero no lo suficiente para afirmar contundentemente que el segundo Ortega, el mismo que a partir de 1932 revisa su relación con el cristianismo, no fuera compatible con las posiciones de millones de cristianos sobre la relación de Iglesia y Estado. Es claro que Ortega es un pensador ateo, e incluso, aunque él mismo dice lo contrario en el año 33, bastante anticlerical.
Ortega,Pero, por otra parte, no es menos cierto que el Ortega maduro, el que ha visto los desmanes y la quema de conventos nada más llegar la Segunda República, evoluciona hacia posiciones mucho más flexibles con el cristianismo. Pasa de una actitud remisa con las tradiciones cristianas hacia una comprensión del cristianismo como base de la modernidad. Un libro excelso, quizá la reflexión más certera de Ortega sobre la función del cristianismo en la modernidad, titulado En torno a Galileo, daría razón de esta evolución. De momento, basta con anotar que el Ortega laicista, el crítico furibundo del cristianismo, quien consideraba, en 1908, que "el poder educador de las religiones, su energía socializadora ha cumplido su tiempo: no puede esperarse de ellas una renovación del hombre", ha dado paso a un Ortega para quien el cristianismo ha logrado enseñar que la vida es dedicación a algo o no es nada: "¿Quién sino el cristianismo ha hecho de este descubrimiento de la vida como consistiendo en responsabilidad?".
Aunque está lejos de mi intención seguir ese camino de Ortega, que sería otra forma de profundizar en una de las aventuras filosóficas más interesantes del siglo XX, debo reconocer que los desencuentros fundamentales entre Ortega y el pensamiento cristiano se dan entre la fechas de 1908 a 1933, y se refieren siempre a la posición de la Iglesia en el proceso político, o mejor, al rol que el cristiano debería desempeñar en el ámbito de la política. El desencuentro entre la tradición liberal de Ortega y la cristiana fue un factor decisivo del fracaso de la II República y la llegada de la Guerra Civil. El cristianismo moderno y el liberalismo europeo fueron derrotados estrepitosamente con la llegada de la Guerra Civil...

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