Publicado en 15 de Agosto de 2008
Pío Moa
Contra una simplificación muy difundida, la legitimidad democrática no depende solo de las elecciones. De otro modo sería legítimo que, tras ganarlas, un demagogo atentase contra otros pilares de de la democracia, como la separación de poderes, las libertades o los límites a la acción del estado. Lo cual ha pasado en otras ocasiones en Europa, con mucha frecuencia en las repúblicas bananeras, y ocurre hoy en España. Un gobierno ilegítimo es una tiranía, y el derecho (incluso el deber) de rebelarse contra la tiranía está en la base de la democracia. Otra cuestión es la del grado de tiranía a afrontar y cómo afrontarla. Hoy, en España, la batalla se libra en el terreno de la opinión pública.
Ganar la opinión pública exige, por una parte, una crítica incisiva y veraz del poder ilegítimo, y por otra una alternativa capaz de atraer a la mayoría. Esto último lo han manejado mucho mejor los demagogos, pintando de brillantes colores sus aberraciones: la colaboración con los terroristas era “proceso de paz”, “diálogo”; la colaboración con las dictaduras del llamado tercer mundo, “alianza de civilizaciones”; el proceso de balcanización del país, “pluralismo”; el matrimonio homosexual y el ataque a la familia, “ampliación de derechos”. Y así sucesivamente. La crítica del PP nunca tuvo la energía necesaria, nunca estuvo a la altura de las tropelías zapotescas, no logró desenmascararlas ante la opinión pública ni defendió adecuadamente a sus víctimas. Y su alternativa (¡la nena angloparlante!...) carecía de la menor capacidad de atracción sobre la gente. De hecho su alternativa consistía en que gobernasen Rajoy y los suyos en vez de los socialistas, sin dejar claro qué harían aquellos en el poder.
Finalmente el PP ha aceptado el golpismo del PSOE, ha caído de lleno en el terreno político de este, como un matiz de él: ni crítica ni alternativa. Cualquier resistencia contra el PSOE y sus comparsas del PP debe tener en cuenta los dos aspectos. La crítica es indispensable, extender la negativa a colaborar con los demagogos es necesario; pero no llevarán muy lejos o terminarán en caos si no se completan con un programa sugestivo y convincente para la mayoría...
ATC Journal. ¡Llevamos la información!
Ganar la opinión pública exige, por una parte, una crítica incisiva y veraz del poder ilegítimo, y por otra una alternativa capaz de atraer a la mayoría. Esto último lo han manejado mucho mejor los demagogos, pintando de brillantes colores sus aberraciones: la colaboración con los terroristas era “proceso de paz”, “diálogo”; la colaboración con las dictaduras del llamado tercer mundo, “alianza de civilizaciones”; el proceso de balcanización del país, “pluralismo”; el matrimonio homosexual y el ataque a la familia, “ampliación de derechos”. Y así sucesivamente. La crítica del PP nunca tuvo la energía necesaria, nunca estuvo a la altura de las tropelías zapotescas, no logró desenmascararlas ante la opinión pública ni defendió adecuadamente a sus víctimas. Y su alternativa (¡la nena angloparlante!...) carecía de la menor capacidad de atracción sobre la gente. De hecho su alternativa consistía en que gobernasen Rajoy y los suyos en vez de los socialistas, sin dejar claro qué harían aquellos en el poder.
Finalmente el PP ha aceptado el golpismo del PSOE, ha caído de lleno en el terreno político de este, como un matiz de él: ni crítica ni alternativa. Cualquier resistencia contra el PSOE y sus comparsas del PP debe tener en cuenta los dos aspectos. La crítica es indispensable, extender la negativa a colaborar con los demagogos es necesario; pero no llevarán muy lejos o terminarán en caos si no se completan con un programa sugestivo y convincente para la mayoría...
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