Jaime Bel Ventura.-
El problema residía en encontrar una excusa creíble para que el general Franco dejara su puesto en Tenerife y se desplazara a Las Palmas de Gran Canaria. Franco se encontraba estrechamente vigilado por oficiales del SIM (Servicio de Inteligencia Militar) leales al Frente Popular. El fallecimiento accidental del general Amadeo Balmes Alonso, comandante militar de Las Palmas, el 16 de julio aportó a Franco la coartada perfecta para viajar desde Tenerife donde se encontraba oficiosamente desterrado y vigilado.
El Gobierno frentepopulista encomendó a Franco la presidencia de la misa funeral y abrir una investigación sobre la muerte del general Balmes. Franco viajó a Las Palmas a primeras horas de la mañana del 17 de julio para asistir al funeral y se hospedó en el Hotel Madrid. Aproximadamente a las tres de la madrugada del día 18 de julio el coronel Seguí informa telefónicamente a Franco de que la tarde anterior, es decir, un día antes de lo previsto («el 17 a las 17», había sido la consigna), se había alzado el Ejército de África en Llano Amarillo, Melilla, y que el golpe había estado protagonizado, entre otros, por los coroneles Yagüe en Melilla, y Sáenz de Buruaga, Asensio y Beigbeder en Tetuán.
¿Pero qué pasó desde que Franco entrara por La Isleta en la mañana del viernes día 17 de julio hasta su salida del aeropuerto de Gando al mediodía del 18? Muchas son las hipótesis que se han barajado, no todas son ciertas, aunque estén profusamente adornadas de épicos ribetes novelescos. Hagamos un somero repaso a los hechos probados.
Franco en Las Palmas de Gran Canaria
En la madrugada del 17 de julio, el general Franco, se desplaza al puerto de Tenerife donde se embarca en el correo interinsular «Viera y Clavijo» y se dirige rumbo a Las Palmas de Gran Canaria. Como ya se ha dicho, el gobierno del Frente Popular le ordena que se persone en los funerales del general de división Amadeo Balmes Alonso el cual había fallecido el día anterior a consecuencia de las graves heridas causadas por un desgraciado accidente mientras manipulaba una pistola encasquillada durante unos ejercicios de tiro. Además, es el mismo gobierno quien encarga al general Franco abrir una investigación para esclarecer el suceso de la muerte de su compañero de armas.
La manipulación y tergiversación de algunos historiadores sectarios quieren, ahora, hacernos creer que el general Balmes no murió accidentalmente sino que se pudo tratar de un suicidio inducido por terceras personas, e, incluso, un asesinato premeditado al oponer resistencia a las intenciones golpistas de unos involucionistas que aún no se habían pronunciado. El prestigioso historiador e hispanista Paul Preston, especialista en la Guerra Civil española, ha aseverado en múltiples ocasiones con respecto a la muerte del general Balmes: “Hoy es virtualmente imposible afirmar si su muerte fue un accidente, un suicidio o un asesinato”.
Algunas preguntas se me vienen a la mente al hilo de la polémica levantada por estos manipuladores de la Historia, maniqueos e intolerantes, que han sabido bucear en las aguas mansas de una dictadura de la que se sirvieron y en la que se formaron, y en las actuales aguas revueltas de la mal llamada “memoria histórica” de unos inflamados progresistas de izquierdas.
¿Si el gobierno del Frente Popular hubiera tenido la más mínima sospecha de que la muerte del general Balmes no fue fortuita y pudo deberse a la intervención de militares involucionistas, hubiera encomendado la investigación de tan luctuosos hechos al general Franco del cual sospechaban era uno de los cabecillas del golpe en ciernes? ¿No hubiera sido más lógico -caso de que esas sospechas hubiesen estado fundadas y fuesen reales-, enviar a un comisionado del gobierno desde Madrid para hacerse cargo de la investigación? De sospechar de Franco ¿no hubiera sido lo más normal ordenar su detención preventiva hasta el esclarecimiento total de los hechos en lugar de ordenarle presidir los funerales y los honores al militar fallecido? Querer hacer coincidir anécdotas fortuitas con sospechas infundadas por simple animadversión hacia una de las partes no es labor de un investigador serio de la Historia sino obra de mentes perversas y revanchistas cuyas motivaciones rencorosas van más allá de la propia historia en sí.
Los hechos probados
A su llegada a La Isleta, el militante anarquista, Amadeo Hernández, intentó atentar contra la vida del general Franco pero, por suerte, fue detenido por el policía secreto Luis de Teresa al observar que este delincuente esgrimía una pistola.
Después del incidente, el general Franco, se dirigió al Hotel Madrid cercano al parque de San Telmo donde se encontraba el Gobierno Militar. En esas dependencias militares le aguardaban su esposa Carmen Polo, su hija, su ayudante y primo hermano teniente coronel Franco Salgado-Araujo y el comandante auditor Martínez Fuset, junto a ellos hay cinco escoltas de su confianza como protección.
En el transcurso de la mañana tiene un breve encuentro con el cónsul de Gran Bretaña en las islas cuestión que ha levantado sospechas en aquellos que quieren ver en ese acto de cortesía la complicidad de los ingleses en los planes del general Franco.
Un poco más tarde, Franco abandona el Hotel Madrid para dirigirse hacia donde se celebran los solemnes funerales por el fallecido Balmes en el cementerio de San Cristóbal de Las Palmas. Una multitud acompaña a las exequias fúnebres donde también está organizado un desfile de las tropas de honores, con banda de música y crepones negros. El féretro va cubierto con la bandera tricolor de la República.
Por la tarde acude a una finca en Tafira donde se reúne con algunos compañeros de armas que están, como él, confabulados en la conspiración. Ultima con ellos los detalles de su salida de la Isla, especialmente con el general Orgaz, hombre de su entera confianza.
Entrada ya la noche Franco y sus escoltas acompañan a su familia, junto a sus ayudantes, hasta el guardacostas «Arcila», atracado en el puerto de Las Palmas, donde pasarán la noche según consta en el libro escrito por Sergio Millares, Alberto Anaya y Miguel Suárez que lleva por título «De la República a la Guerra Civil en Las Palmas».
El gobernador civil de Las Palmas, el socialista, Antonio Boix Roig recibe esa misma noche del 17 un cablegrama desde Madrid enviado por su partido, el PSOE, donde se le advierte de la inminencia de un golpe militar presumiblemente iniciado ese mismo día –las noticias aún son confusas-, en el norte del Protectorado español de Marruecos. Inmediatamente pone sobre aviso a sus compañeros de la Federación Obrera Socialista que están celebrando un pleno en la Casa del Pueblo en La Isleta.
En Madrid están muy nerviosos aunque no acaban de dar crédito a las confusas noticias llegadas desde Unión Republicana de Melilla que dice haber sido alertada por la delación de un falangista traidor llamado Álvaro González, el cual les había informado de los hechos acontecidos en las maniobras de Llano Amarillo.
El propio presidente del gobierno, Santiago Casares Quiroga, al ser informado por unos reporteros de Unión Radio, se pone inmediatamente en contacto telefónico con el general Gómez Morato, general en jefe de las tropas africanas, al cual encuentra disfrutando de una feliz velada sabatina en las instalaciones del Casino de Larache. Dicho general informa al presidente del gobierno que nada sabe de lo que le acaba de comunicar pero que indagará la veracidad de la noticia sin darle mayor importancia aunque, a pesar de ello, abandona la fiesta y se dirige en avión hacia Melilla.
Algo más calmado, el presidente del gobierno, abandona a altas horas de la madrugada las dependencias del Consejo de Ministros y al ser inquirido por los periodistas sobre el levantamiento militar en África les contestó: «¿Qué se ha levantado el ejército en África?… Pues bien, yo me voy a acostar, señores.»
La policía gubernamental pone cerco al general Franco
El gobernador civil envía a unos policías para que vigilen cautelarmente los movimientos del general en el hotel. El Jefe de la Policía Municipal, Alberto Hernández –fusilado en los primeros momentos del Alzamiento- y el policía secreto Nicolás Ballester acuden al Hotel Madrid. Boix Roig recibe órdenes explicitas desde su partido en Madrid para que detenga al general Franco, pero éste, más astuto que ellos, se había refugiado en el Gobierno Militar en el parque de San Telmo.
Ante los intentos fracasados de detener a Franco, el jefe de la Guardia Civil de Las Palmas, teniente coronel Emilio Baraibar, recibe instrucciones instándole a la desobediencia en el caso de que le ordenen adherirse al intento involucionista. Baraibar acata la orden y se traslada, con todas las fuerzas bajo su mando, a la calle de Triana, donde se encuentra el Gobierno Civil, con el fin de defender la legalidad republicana vigente y se encierra con todas ellas. Otro tanto hace el teniente de la Guardia de Asalto Marín que también se encierra con la totalidad de los hombres a su cargo.
Entre las cinco y seis de la madrugada del 18 de julio, el general Luis Orgaz, uno de los jefes militares comprometidos con el golpe de Estado, camina unos metros por la calle de Triana para ir al Gobierno Civil y anuncia la próxima proclamación del Estado de Guerra. Conmina al gobernador civil a que ceda el mando de las fuerzas a lo que Boix Roig se niega con total rotundidad. A las 06:00 horas de la mañana, Franco firma el Bando del Estado de Guerra conocido como: «Manifiesto de Las Palmas».
Carmen Polo y su hija abandonan, junto a Martínez Fuset, el guardacostas donde habían pernoctado y trasbordan al buque alemán Wadras que las llevará hacia un país extranjero.
Franco temía un posible fracaso del levantamiento y estaba decidido a proteger a su familia con la ayuda y subvención que el multimillonario Juan March el cual puso una cuenta a su nombre en el extranjero con medio millón de pesetas de la época. Franco cree controlada la situación y necesita con urgencia ir al aeropuerto de Gando para dar el salto a Marruecos y encabezar la sublevación contra la República. Se dirige al embarcadero del parque de San Telmo para abordar el remolcador España con el propósito de llegar por mar al aeropuerto pues había descartado -como medida de seguridad- ir por carretera dados los rumores que existían sobre la preparación de una emboscada contra él por parte de los milicianos ´El Corredera´, el Casimiro, Elsa Wolf, Juan del Peso y otros quienes habían cortado la carretera en Telde -a la altura de Jinámar-, aunque más por temor a la llegada de soldados que a la de Franco, pues eran pocos quienes conocían sus movimientos inmediatos.
Franco logra salir de Las Palmas
Existe mucha tensión porque Franco se escapa. Dirigentes republicanos entre los que se encontraban Arturo Camino, Masmano Pardo y otros, aconsejan al gobernador civil de Las Palmas, Boix Roig, que ordene disparar contra el remolcador España a su paso por mar a la altura de la sede del Gobierno donde existen ventanas orientadas hacia el mar. Tanto el gobernador Boix Roig como el teniente coronel Baraibar se niegan a disparar. Este hecho hizo que el futuro vencedor de la contienda no mandara fusilar ni a Boix ni a Baraibar.
El general Luis Orgaz, militar monárquico destinado en Canarias al igual que Franco, se queda al mando de la rebelión golpista en la isla y ordena emplazar dos cañones que apunten en dirección al Gobierno Civil. Orgaz manda ocupar los principales puntos estratégicos de la ciudad, entre ellos el Ayuntamiento, donde se atrincheró un grupo de guardias municipales al mando de su jefe, Alberto Hernández al que hace fusilar sumariamente. El resto de la ciudad siguió la consigna de huelga general convocada por la Federación Obrera Socialista, sin embargo, solamente se produjeron escasos conatos de resistencia en lugares como Telde, La Palma y Gomera.
Franco llegó a Gando donde esperaba el avión para partir rumbo a Tetuán con el fin de ponerse al mando del ejército de África. Tal y como estaba previsto, el hidroavión Dragón Rapide que había partido del aeropuerto de Croydon, en Londres, el 11 de julio con siete personas a bordo estaba esperando a un octavo e importante pasajero. Cuando éste subió a la nave fue saludado por el capitán piloto Cecil W.H. Bebb; por el comandante Hugh Pollard –que posteriormente sería destinado al MI6 en 1940-; por las jóvenes Diana Pollard y Dorothy Watson que creían estar de viaje turístico; y por Luis Bolín, su enlace. El general devolvió amablemente el saludo e inmediatamente procedió a cambiarse el uniforme militar por ropa civil ya que el avión tenía previsto hacer escala de repostaje en Casablanca dentro del territorio del protectorado francés y temía una posible captura o un aviso a los republicanos. Fuentes oficiosas dicen que llegó a quitarse el bigote para camuflarse. Franco, astuto, mandó al piloto sobrevolar el aeropuerto de Tetuán, no sabía si había triunfado totalmente la insurrección y podía correr el riesgo de ser detenido al aterrizar. Solo cuando el general observa desde el aire al coronel legionario Eduardo Sáenz de Buruaga, alias “el Rubio”, afin al Alzamiento Nacional, autorizó el aterrizaje al piloto. Ya había despuntado el 19 de julio y en España empezaba un nuevo amanecer.
«Así es la historia y así se la hemos contado», lema utilizado por el excelente periodista Ernesto Sáenz de Buruaga al terminar sus telediarios. Este gran profesional es hijo del ya fallecido coronel legionario apodado “el Rubio” que dio la bienvenida a Franco cuando el hidroavión tomó tierra en el aeropuerto de Tetuán.
Afortunadamente estos historiadores tan poco rigurosos no han culpado al general Franco de ser el que diera las órdenes para asesinar a José Calvo Sotelo cuya muerte -terrorismo de Estado- que fue el verdadero detonante del comienzo de la guerra civil, aunque prefiero no darle ideas a aquellos que aún mantienen que fue Franco el único instigador de la guerra cuando, por poco que se estudie, se sabe que fueron los miembros de la UME, con Emilio Mola «El Director» a la cabeza, quienes orquestaron y gestaron el Glorioso Alzamiento Nacional.
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