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jueves, 18 de septiembre de 2008

Inquisición y crímenes de la Iglesia

18 de Septiembre de 2008 - 11:55:40 -

Pío Moa

Insistiendo:

La argumentación contra la religión suele tener dos facetas: el ataque al dogma, por así llamarlo, y que, como ya indiqué, suele ser tan absurdo como atacar la literatura por su carácter ficticio; y la exposición de los males causados históricamente por la religión, muy especialmente por la cristiana católica.

Dentro de esos males, la Inquisición española tiene un papel estelar: condensa tanto el carácter sanguinario y torturador del catolicismo como su odio al pensamiento independiente, a la razón y a la ciencia. La Inquisición sería una de las grandes manifestaciones históricas del mal connatural a la religión.

Sin embargo una mirada más atenta nos permite discernir algunos hechos de interés. En sus tres siglos de existencia, la Inquisición española causó la muerte de en torno a 1.000 (mil)personas, muchas menos que las causadas por la represión anglicana en mucho menos tiempo; y no digamos que la causada por tantos regímenes ateos y "progresistas", devotos de "la ciencia", en el siglo XX. También es cierto que la Inquisición practicó la tortura, pero en menor medida de lo habitual entonces en los tribunales civiles de toda Europa.

No debe olvidarse tampoco que la Inquisición salvó a España de la terrible histeria de la quema de brujas, que ocasionó en casi todo el resto de Europa, desde Escocia a Alemania, un número de víctimas muchas veces superior.

Por tanto, los gritos de horror ante su carácter sanguinario resultan a veces algo exagerados, sobre todo cuando los profieren adeptos –tan abundantes y tan dados a sentirse escandalizados– de los sistemas totalitarios de nuestro tiempo.

Es cierto que ninguna Inquisición conviene al desarrollo del pensamiento, el arte o la actividad del intelecto en general. Pero, paradójicamente, la época de mayor auge inquisitorial coincidió con la de mayor brillantez del pensamiento, el arte y la literatura españoles. Lo cual no quiere decir que a más inquisición más cultura, sino que la cuestión no es tan simple.

He podido comprobarlo en mi propia piel: desde que publiqué "Los orígenes de la guerra civil" no han cesado los llamamientos a censurar mis libros (o los de César Vidal), a impedir su difusión, incluso a meternos en la cárcel. El lector puede estar seguro de que todos esos censores están absolutamente en contra de la Inquisición... de hace unos siglos.

En nombre de una supuesta ciencia puede también imponerse una inquisición. No pocos avizoran ansiosos el momento en que ello sea posible.

Añadamos que de los masivos crímenes cometidos por marxistas y nazis en el siglo XX existe una abrumadora documentación, muy superior a la de siglos pasados, en los que la documentación es mucho más débil y vaga. Ello no impide que se intente desviar la atención de los crímenes del siglo XX gritando de indignación por los de siglos pasados.

**** Cuando Carlos Dávila me llevó a su programa de televisión, al que llevó también a Preston y otros de tendencia progre, Javier Tusell puso el grito en el cielo en un artículo de El país. Según él, los medios debían reservarse a gente como él mismo y mantener una estricta censura sobre los disidentes. Envié una respuesta al periódico y no me la publicaron. Insistí en otra ocasión y recibí una réplica insolente y fascistoide de no recuerdo qué directivo. Poco después iba el stalinista Espinosa a la SER a pedir que se me persiguiera y se prohibieran mis libros.

A mí me parece que Espinosa y toda esa gente no escriben más que "estupidez y canallería". Es una opinión personal que podría justificar largamente; pero no se me ocurre exigir que por ello debiera prohibírseles. La basura no soporta el contraste, y por eso, al pedir la censura, esa gente demuestra que en el fondo opina como yo sobre sus propios escritos.

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