Publicado en julio 23, 2008
ATC
Uno de los principales investigadores de las actividades del Club Bilderberg, Daniel Estulin se basa en documentos encontrados en EE.UU que datan de 1918, según relata en su libro: “La verdadera historia del Club Bilderberg”, donde se pone de manifiesto el interés de empresas occidentales por el petróleo de Rusia, entre otros motivos.
Según dichas informaciones, un testimonio del Congreso de los Diputados de los Estados Unidos de octubre de 1919, daba cuenta del apoyo que J. D. Rockefeller ofreció a Lenin y Trotsky en la primera fase de la Revolución Rusa, que, en un principio, fracasó en 1905. No obstante el apoyo continuaría tras este primer fracaso.
Estulin afirma en dicha obra literaria, que la biografía de Rockefeller omite un “detalle insignificante” hecho público por parte de un banquero inversionista de la familia Rockefeller y el presidente de la empresa ubicada en Nueva York: Kuhn, Loeb & Co, Jacob Schiff, que fué fundador de la Reserva Federal. Según las informaciones de Estulin, La Revolución Bolchevique no hubiera tenido éxito sin la influencia de esta familia capitalista americana. Es decir, según los datos del Gobierno americano en manos del doctor Sutton, en la primavera de 1917, Jacob Schiff empezó a financiar a Trostky para que la Revolución Socialista de Rusia prosperase, como finalmente ocurrió. Sutton encontró dichos documentos en un expediente del Departamento de Estado de los Estados Unidos (861.00/5339). El documento principal data del 13 de noviembre de 1918.
Pero lo más sorprendente aún (algo habitual en Bilderberg es apoyar a uno y a su contrario), es que, en privado, Schiff estaba en contra del apoyo al régimen comunista y, de hecho, también financió a Japón en su guerra contra la Rusia comunista; a través de la mencionada multinacional americana. El investigador se basa en documentos reservados descubiertos por Sutton.
Durante el caos y la destrucción de la Revolución se destruyó la industria petrolífera rusa. Según Sutton, en 1922 (término de la Revolución Rusa) la mitad de los pozos estaban parados y la otra mitad apenas funcionaba debido a la falta de tecnología para hacerlos productivos.
Como afirma Gary Allen, en el citado libro, “la revolución eliminó durante varios años la competencia rusa de Standard Oil en los que la empresa americana pudo mover ficha y hacerse con parte del negocio del petróleo ruso”.
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