Publicado en agosto 2, 2008
La Unión de Repúblicas Socio-Capitalistas Soviéticas
ATC
Como ya informamos en una anterior entrada: Capitalistas occidentales financiaron la Revolución Bolchevique.
Sin embargo dicho apoyo no se limitó a la financiacición de aquel sangriento golpe de Estado desde sus comienzos. Por el contrario éste continuó una vez instaurado el comunismo como régimen político. De hecho la principal aspiración del Club Bilderberg y de sus organizaciones asociadas es conseguir un estado socialista de corte fabianista y obtener así el concurso de todos los monopolios mundiales: petróleo, energía, economía, riquezas naturales, medios de comunicación. etc. Qué mejor para ello que un estado semi-comunista mundial que, más o menos, es lo que propugna el socialismo fabiano.
Antes de continuar conviene reseñar que este círculo de millonarios y autoridades mundiales occidentales y, especialmente, uno de sus fundadores: Rockefeller, se oponen al sistema de libre mercado en el que cualquiera pueda concursar para la explotación de tal o cual actividad o comercio. Aborrecen la libre competencia. Su objetivo económico, es lograr el crecimiento Cero: limitar las ganancias empresariales de las que hoy se benefician los empleados, y que favorecen los derechos sociales, subidas de sueldo, mejores condiciones laborales, promoción personal, adquisición de bienes de consumo, etc. Y controlar ellos el desarrollo privándoselo a la clase inferior. Un sistema en el que los recursos de nuestro planeta simpre estén en poder de ellos, generación tras generación, y con dos únicas clases sociales formadas por: los trabajadores con unos mínimos derechos sociales (comer y vestir y punto), resignados a contentarse siempre en su estatus, sin poder aspirar nunca a más, y una clase social alta controlando, en todo el mundo, los recursos naturales, económicos y energéticos en forma de monopolio, sin permitir el concurso de otros para la distribución de los mismos. Y cuyos derechos de explotación serían hereditarios, eliminada cualquier tipo de competencia del mercado. En un mundo global y un gobierno único. Aunque dividido en tres regiones, digamos que, administrativas: Europa, América (del Norte y del Sur) y Asia, donde las élites socio-capitalistas sí vivirían como “buenos capitalistas amos ” en un mundo de esclavos, aborregado y “feliz”. En el que la creatividad individual humana esté eliminada y seamos meras máquinas al servicio de élites político-empresariales. Con un crecimiento racionalizado, dirigido y controlado por ellos, que les garantice la pervivencia en el tiempo y sus propios intereses. No por el mercado. Contentándonos con vivir tranquilitos y sin “problemas estresantes ni tensiones sociales, ni terrorismo” al contrario de lo que ocurre ahora. Habiendo renunciado a nuestro individualismo en pro de un “bien común” pero cuyo bien sólo es para ellos; mientras que el suyo, el de usted, tendrá que ser compartido.
Decía Kissinger, ex-Secretario de Estado americano y asiduo participante de las reuniones de Bilderberg , según la obra del vínculo anterior, que en el mundo sobran 4000 millones de “estómagos inservibles”. Para estos señores, el libre mercado es una tontería, en ese sentido, según el autor mencionado en el vínculo anterior recuerda que, para Rockefeller, alma mater de Bilderberg y de varias de su organizaciones anteriores, su ideal de vida es: disponer “de un monopolio y hacer que la sociedad trabaje para tí”. Hoy en día no sólo es dueño y señor de un sólo un monopolio, sino que, prácticamente, los tiene todos.
El plan Marburg
El investigador Daniel Estulin, describe en su libro “La verdadera historia del Club Bilderberg” un “diabólico plan de la banca para controlar entre bastidores el socialismo internacional”. Este plan se puso en práctica a principios del siglo XX y estuvo financiado por Andrew Carnegie, de la Fundación Carnegie, perteneciente al actual Bilderberg, siempre según dicho autor, tomando las fuentes del doctor Anthony Sutton en su libro (en español) Wall Street y la Revolución Bolchevique.
Se trataba de financieros “apolíticos y amorales”, según Estulin, en busca de mercados para explotar monopolísticamente sin miedo a la competencia. Rusia era un país inmenso cargado de recursos naturales y sin explotar hasta el punto de que, en Estados Unidos, se dice que los presidentes americanos y, sobre todo, los financieros de Wall Street, se ponían las manos en la cabeza cuando pensaban en todo el potencial de Rusia, tanto desde el punto de vista industrial como financiero para Estados Unidos “si se dieran las condiciones”. Y se dieron, mejor dicho, ellos las propiciaron, para hacer negocios en busca del monopolio de las materias primas rusas.
Se puede afirmar, creo, sin temor a equivocarme, que aquel fue el primer gran golpe de la globalización monopolística, puesto en práctica por financieros americanos; o al menos uno de los primeros, de lo que hoy conocemos como “globalización mundial”. Sólo que aquello deparó cien millones de muertos (70 para otros historiadores). Por lo que, con el paso de las décadas, sus tácticas irán haciéndose más sutiles.
El objetivo del plan Marbug, según se relata en la obra que estamos analizando citando a Jennings C. Wise en “Woodrow Wilson: Disciple of Revolution”, era el de unificar a los “financieros y socialistas internacionales”, después de haber contribuído a su instauración para el beneficio monopolístico Americano de las materias primas, en un movimiento que diese lugar a la formación de una liga: La Liga de las Naciones, que se convertiría en la precursora de la ONU.
Zbigniew Brzezinski, inspirador de la “doctrina social” que adoptaría Rockefeller para aplicarla a su proyecto dijo sobre esta recién creada organización: “La dirección deliberada del futuro de los Estados Unidos…con el planificador como legislador y manipulador social clave.”
Para crear la paz, antes había que crear una guerra. Y este es motivo por el que los globalizadores organizaron la Revolución Rusa: un invento, como no, también made in USA.
Sin embargo dicho apoyo no se limitó a la financiacición de aquel sangriento golpe de Estado desde sus comienzos. Por el contrario éste continuó una vez instaurado el comunismo como régimen político. De hecho la principal aspiración del Club Bilderberg y de sus organizaciones asociadas es conseguir un estado socialista de corte fabianista y obtener así el concurso de todos los monopolios mundiales: petróleo, energía, economía, riquezas naturales, medios de comunicación. etc. Qué mejor para ello que un estado semi-comunista mundial que, más o menos, es lo que propugna el socialismo fabiano.
Antes de continuar conviene reseñar que este círculo de millonarios y autoridades mundiales occidentales y, especialmente, uno de sus fundadores: Rockefeller, se oponen al sistema de libre mercado en el que cualquiera pueda concursar para la explotación de tal o cual actividad o comercio. Aborrecen la libre competencia. Su objetivo económico, es lograr el crecimiento Cero: limitar las ganancias empresariales de las que hoy se benefician los empleados, y que favorecen los derechos sociales, subidas de sueldo, mejores condiciones laborales, promoción personal, adquisición de bienes de consumo, etc. Y controlar ellos el desarrollo privándoselo a la clase inferior. Un sistema en el que los recursos de nuestro planeta simpre estén en poder de ellos, generación tras generación, y con dos únicas clases sociales formadas por: los trabajadores con unos mínimos derechos sociales (comer y vestir y punto), resignados a contentarse siempre en su estatus, sin poder aspirar nunca a más, y una clase social alta controlando, en todo el mundo, los recursos naturales, económicos y energéticos en forma de monopolio, sin permitir el concurso de otros para la distribución de los mismos. Y cuyos derechos de explotación serían hereditarios, eliminada cualquier tipo de competencia del mercado. En un mundo global y un gobierno único. Aunque dividido en tres regiones, digamos que, administrativas: Europa, América (del Norte y del Sur) y Asia, donde las élites socio-capitalistas sí vivirían como “buenos capitalistas amos ” en un mundo de esclavos, aborregado y “feliz”. En el que la creatividad individual humana esté eliminada y seamos meras máquinas al servicio de élites político-empresariales. Con un crecimiento racionalizado, dirigido y controlado por ellos, que les garantice la pervivencia en el tiempo y sus propios intereses. No por el mercado. Contentándonos con vivir tranquilitos y sin “problemas estresantes ni tensiones sociales, ni terrorismo” al contrario de lo que ocurre ahora. Habiendo renunciado a nuestro individualismo en pro de un “bien común” pero cuyo bien sólo es para ellos; mientras que el suyo, el de usted, tendrá que ser compartido.
Decía Kissinger, ex-Secretario de Estado americano y asiduo participante de las reuniones de Bilderberg , según la obra del vínculo anterior, que en el mundo sobran 4000 millones de “estómagos inservibles”. Para estos señores, el libre mercado es una tontería, en ese sentido, según el autor mencionado en el vínculo anterior recuerda que, para Rockefeller, alma mater de Bilderberg y de varias de su organizaciones anteriores, su ideal de vida es: disponer “de un monopolio y hacer que la sociedad trabaje para tí”. Hoy en día no sólo es dueño y señor de un sólo un monopolio, sino que, prácticamente, los tiene todos.
El plan Marburg
El investigador Daniel Estulin, describe en su libro “La verdadera historia del Club Bilderberg” un “diabólico plan de la banca para controlar entre bastidores el socialismo internacional”. Este plan se puso en práctica a principios del siglo XX y estuvo financiado por Andrew Carnegie, de la Fundación Carnegie, perteneciente al actual Bilderberg, siempre según dicho autor, tomando las fuentes del doctor Anthony Sutton en su libro (en español) Wall Street y la Revolución Bolchevique.
Se trataba de financieros “apolíticos y amorales”, según Estulin, en busca de mercados para explotar monopolísticamente sin miedo a la competencia. Rusia era un país inmenso cargado de recursos naturales y sin explotar hasta el punto de que, en Estados Unidos, se dice que los presidentes americanos y, sobre todo, los financieros de Wall Street, se ponían las manos en la cabeza cuando pensaban en todo el potencial de Rusia, tanto desde el punto de vista industrial como financiero para Estados Unidos “si se dieran las condiciones”. Y se dieron, mejor dicho, ellos las propiciaron, para hacer negocios en busca del monopolio de las materias primas rusas.
Se puede afirmar, creo, sin temor a equivocarme, que aquel fue el primer gran golpe de la globalización monopolística, puesto en práctica por financieros americanos; o al menos uno de los primeros, de lo que hoy conocemos como “globalización mundial”. Sólo que aquello deparó cien millones de muertos (70 para otros historiadores). Por lo que, con el paso de las décadas, sus tácticas irán haciéndose más sutiles.
El objetivo del plan Marbug, según se relata en la obra que estamos analizando citando a Jennings C. Wise en “Woodrow Wilson: Disciple of Revolution”, era el de unificar a los “financieros y socialistas internacionales”, después de haber contribuído a su instauración para el beneficio monopolístico Americano de las materias primas, en un movimiento que diese lugar a la formación de una liga: La Liga de las Naciones, que se convertiría en la precursora de la ONU.
Zbigniew Brzezinski, inspirador de la “doctrina social” que adoptaría Rockefeller para aplicarla a su proyecto dijo sobre esta recién creada organización: “La dirección deliberada del futuro de los Estados Unidos…con el planificador como legislador y manipulador social clave.”
Para crear la paz, antes había que crear una guerra. Y este es motivo por el que los globalizadores organizaron la Revolución Rusa: un invento, como no, también made in USA.
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