Pío Moa
Acaban de salir, en la editorial Actas, las ponencias y comunicaciones del congreso académico sobre la guerra civil, organizado por el CEU en noviembre de 2006, en contraste con el congreso oficialista del gobierno, celebrado a continuación. Inútil decir que el primero no disfrutó ni de la centésima parte de la proyección mediática del segundo, montado con dinero público, como es uso. Lo cual no impide que el del CEU fuera intelectualmente superior al del gobierno, pero en la España de la involución y la memoria chekista las cosas son así, hoy por hoy.
El gobierno montó su congreso con la intención de respaldar su ley de falseamiento de la historia. Ni siquiera eso le salió bien, pues la bendición al Frente Popular quedó muy aguada por las ponencias y comunicaciones de bastantes historiadores de solvencia y honestidad intelectual, como Stanley Payne, participante también en el congreso del CEU. Pero al gobierno "rojo" no le ha importado demasiado: disponiendo de numerosos periodistas, titiriteros, jueces y medios adictos o paniaguados, ha proseguido impertérrito su labor de confusión y envenenamiento de la opinión pública. Si bien con bastante menos éxito del esperado, sobre todo en relación con los recursos comprometidos en la campaña; pero le da igual, después de todo paga el contribuyente.
Las actas del congreso del CEU (un tomo de ponencias muy diversas y otro de comunicaciones –1.300 páginas–, a menudo no menos interesantes que las ponencias) dejan en claro, en algunos casos de modo definitivo, el verdadero origen y carácter de aquel enfrentamiento decisivo, que marcó un antes y un después en la historia contemporánea española, y abrió el más largo período de paz (70 años por ahora) que ha vivido España desde la invasión napoleónica, en los cuales se han resuelto la mayoría de los viejos problemas sociales y se ha desembocado en una democracia, hoy amenazada, desgraciadamente. Amenazada por quienes se identifican con los mismos que en los años 30 quisieron, organizaron y llevaron a cabo la guerra civil, en sus propias palabras; y que tras fracasar en 1934, volvieron a provocarla destruyendo la legalidad republicana e iniciando un proceso revolucionario a partir de las anormales elecciones de febrero del 36.
Un par de tomos, pues, muy recomendables para quienes deseen salir de la marea de intoxicaciones históricas, parte de la marea de corrupción generalizada, tradicional en nuestra repulsiva izquierda. Con las excepciones de rigor, uno se acuerda siempre de Besteiro. Excepciones, por mala suerte.
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Hoy, en Época:
PARA ENTENDER A LA ETA
La ETA trata de hacer del asesinato un modo de hacer política, y, con él, lograr dos objetivos básicos: liquidar la Transición y sus efectos democráticos, es decir, imponer la ruptura a la que debieron renunciar casi todos los demás partidos de izquierda; e imponer la secesión de Vascongadas y Navarra para implantar allí su socialismo.
En esa labor, la ETA ha encontrado comprensión y apoyo, no por disimulado menos eficaz, de los separatistas y racistas del PNV, de los nacionalistas catalanes y de la izquierda en general. Siempre con las debidas excepciones; pero eso, excepciones. Y esa ayuda nació al empezar los asesinatos. Permítaseme resumir de mi libro Una historia chocante. Los nacionalismos vasco y catalán en la España contemporánea:
"Todo cambió el 7 de junio de 1968, con la muerte de un guardia civil, cerca de Tolosa. Los hechos solo serían relatados con veracidad treinta años después, por uno de los participantes, Iñaki Sarasqueta". Este cuenta cómo el autor del crimen, Javier Echevarrieta, Txabi, atiborrado de centraminas, disparó por la espalda al guardia civil José Antonio Pardines. Luego los dos etarras se escondieron en casa de un cura, pero Txabi, en quien la euforia de las centraminas había cedido al pánico, insistió en salir, y los detuvo la Guardia Civil, "Los dos llevábamos una pistola a la cintura. Primero me cachearon a mí y no la notaron. Recuerdo que Txabi lanzó un rugido, y después una escena típica del oeste, a ver quién tira primero. El guardia civil disparó antes", y mató al etarra.
Lo más importante, políticamente, vino después: "La ETA, el PNV, el clero nacionalista y la oposición antifranquista transformaron este doble episodio de muerte en un relato, entre heroico y martirial, de lucha por la libertad y venganza represiva. En su versión, Echevarrieta había sido "cazado a tiros: sacado del coche, esposado, puesto contra la pared y asesinado de un tiro en el corazón". Los curas nacionalistas celebraron por él docenas de misas con las correspondientes homilías; en su honor se compusieron poemas y canciones, una de las cuales adaptaba otra compuesta por los comunistas para Julián Grimáu (...) El nombre del grupo terrorista empezó a sonar con fuerza dentro y fuera de España, levantando solidaridades. No solo la ETA, también el nacionalismo y el antifranquismo, en general, se identificaron con el mártir.
"El asesinato de un guardia, gratuito, sórdido y sin asomo de épica, realizado por un estudiante semidrogado, tuvo verdadero carácter inaugural. Hasta entonces la ETA era un grupo sin demasiada importancia, molesto para el gobierno, aunque mucho menos que el PCE. En adelante se convertiría, con los comunistas y siendo ella misma en buena medida comunista, en el enemigo principal del régimen. E inauguraba, como observa Juaristi, el método de "lucha" favorito de la ETA: el disparo por la espalda a la víctima indefensa (...) En Europa y América se envolvía el nombre ETA con un halo de heroísmo, o al menos de justificación. Quizá nunca logró tales ganancias con tan poca inversión un grupo terrorista"...
ATC Journal. ¡Llevamos la información!
El gobierno montó su congreso con la intención de respaldar su ley de falseamiento de la historia. Ni siquiera eso le salió bien, pues la bendición al Frente Popular quedó muy aguada por las ponencias y comunicaciones de bastantes historiadores de solvencia y honestidad intelectual, como Stanley Payne, participante también en el congreso del CEU. Pero al gobierno "rojo" no le ha importado demasiado: disponiendo de numerosos periodistas, titiriteros, jueces y medios adictos o paniaguados, ha proseguido impertérrito su labor de confusión y envenenamiento de la opinión pública. Si bien con bastante menos éxito del esperado, sobre todo en relación con los recursos comprometidos en la campaña; pero le da igual, después de todo paga el contribuyente.
Las actas del congreso del CEU (un tomo de ponencias muy diversas y otro de comunicaciones –1.300 páginas–, a menudo no menos interesantes que las ponencias) dejan en claro, en algunos casos de modo definitivo, el verdadero origen y carácter de aquel enfrentamiento decisivo, que marcó un antes y un después en la historia contemporánea española, y abrió el más largo período de paz (70 años por ahora) que ha vivido España desde la invasión napoleónica, en los cuales se han resuelto la mayoría de los viejos problemas sociales y se ha desembocado en una democracia, hoy amenazada, desgraciadamente. Amenazada por quienes se identifican con los mismos que en los años 30 quisieron, organizaron y llevaron a cabo la guerra civil, en sus propias palabras; y que tras fracasar en 1934, volvieron a provocarla destruyendo la legalidad republicana e iniciando un proceso revolucionario a partir de las anormales elecciones de febrero del 36.
Un par de tomos, pues, muy recomendables para quienes deseen salir de la marea de intoxicaciones históricas, parte de la marea de corrupción generalizada, tradicional en nuestra repulsiva izquierda. Con las excepciones de rigor, uno se acuerda siempre de Besteiro. Excepciones, por mala suerte.
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Hoy, en Época:
PARA ENTENDER A LA ETA
La ETA trata de hacer del asesinato un modo de hacer política, y, con él, lograr dos objetivos básicos: liquidar la Transición y sus efectos democráticos, es decir, imponer la ruptura a la que debieron renunciar casi todos los demás partidos de izquierda; e imponer la secesión de Vascongadas y Navarra para implantar allí su socialismo.
En esa labor, la ETA ha encontrado comprensión y apoyo, no por disimulado menos eficaz, de los separatistas y racistas del PNV, de los nacionalistas catalanes y de la izquierda en general. Siempre con las debidas excepciones; pero eso, excepciones. Y esa ayuda nació al empezar los asesinatos. Permítaseme resumir de mi libro Una historia chocante. Los nacionalismos vasco y catalán en la España contemporánea:
"Todo cambió el 7 de junio de 1968, con la muerte de un guardia civil, cerca de Tolosa. Los hechos solo serían relatados con veracidad treinta años después, por uno de los participantes, Iñaki Sarasqueta". Este cuenta cómo el autor del crimen, Javier Echevarrieta, Txabi, atiborrado de centraminas, disparó por la espalda al guardia civil José Antonio Pardines. Luego los dos etarras se escondieron en casa de un cura, pero Txabi, en quien la euforia de las centraminas había cedido al pánico, insistió en salir, y los detuvo la Guardia Civil, "Los dos llevábamos una pistola a la cintura. Primero me cachearon a mí y no la notaron. Recuerdo que Txabi lanzó un rugido, y después una escena típica del oeste, a ver quién tira primero. El guardia civil disparó antes", y mató al etarra.
Lo más importante, políticamente, vino después: "La ETA, el PNV, el clero nacionalista y la oposición antifranquista transformaron este doble episodio de muerte en un relato, entre heroico y martirial, de lucha por la libertad y venganza represiva. En su versión, Echevarrieta había sido "cazado a tiros: sacado del coche, esposado, puesto contra la pared y asesinado de un tiro en el corazón". Los curas nacionalistas celebraron por él docenas de misas con las correspondientes homilías; en su honor se compusieron poemas y canciones, una de las cuales adaptaba otra compuesta por los comunistas para Julián Grimáu (...) El nombre del grupo terrorista empezó a sonar con fuerza dentro y fuera de España, levantando solidaridades. No solo la ETA, también el nacionalismo y el antifranquismo, en general, se identificaron con el mártir.
"El asesinato de un guardia, gratuito, sórdido y sin asomo de épica, realizado por un estudiante semidrogado, tuvo verdadero carácter inaugural. Hasta entonces la ETA era un grupo sin demasiada importancia, molesto para el gobierno, aunque mucho menos que el PCE. En adelante se convertiría, con los comunistas y siendo ella misma en buena medida comunista, en el enemigo principal del régimen. E inauguraba, como observa Juaristi, el método de "lucha" favorito de la ETA: el disparo por la espalda a la víctima indefensa (...) En Europa y América se envolvía el nombre ETA con un halo de heroísmo, o al menos de justificación. Quizá nunca logró tales ganancias con tan poca inversión un grupo terrorista"...
ATC Journal. ¡Llevamos la información!
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