Pío Moa
A la progresía no le ha hecho gracia la publicación de las memorias de Queipo de Llano, porque Fernández-Coppel, su compilador, ha dicho que había que situar a Queipo "en su contexto", y tratarlo con "sus luces y sus sombras". Ellos prefieren opiniones contundentes y sin matiz alguno, como la de Bartolomé Clavero: "Queipo era un monstruo y eso estaba ya más que demostrado"; o la de Ian Gibson: "Fue un criminal y un energúmeno. Incitaba a matar y a violar en masa". La frase de Gibson suena extraña en quien "comprende Paracuellos" y, al estilo talibán, pide volar el Valle de los Caídos: siendo tan comprensivo, ¿no debería más bien felicitar a Queipo por imitar a sus héroes del Frente Popular? Y lo de Clavero, habrá que preguntar cómo considera a Carrillo, responsable de la mayor matanza de prisioneros de la contienda, del intento de volver a la guerra civil aprovechando la coyuntura tras la guerra mundial, y de muchas muertes más, incluso entre los suyos. Porque ocurre que los mismos que dicen detestar a Queipo por su represión, hacen doctor honoris causa a Carrillo, lo pasean, lo invita el gobierno, lo festejan Peces Barba y tantos más, compran y loan sus memorias... Lo cual demuestra que si odian a Queipo no es por los actos que le atribuyen, pues en otros personajes ni los toman en cuenta, sino solo porque el detestado general venció al Frente Popular en Andalucía. ¡Qué pueden importar crímenes y atrocidades a un Gibson el dinamitero, a un Casanova, a un Espinosa, a un Aróstegui, no sé si también a un Clavero...! No, hombre, no, lo que les enfurece es la derrota de los suyos, aunque, hipócritamente, exploten a los muertos para disimular y resucitar de paso viejos rencores, con vistas a sacarles tajada política.
Escribe Queipo en sus memorias: "Otra columna, en fin, ocupó Baena, en donde el salvajismo de la horda tuvo su mayor exponente: mujeres embarazadas a las que abrieron los vientres para sacar los fetos (...) niños que fueron colgados por los pies de los balcones, tras abrir sus vientrecitos, para recrearse viendo cómo caían a la calle los intestinos (...), violaciones de todas clases, asesinatos perpetrados con los mayores refinamientos de crueldad (...)". Y señala Fernández Coppel cómo 91 personas fueron allí muertas a hachazos por los amigos de nuestros historiadores lisenkianos. O las 24 personas quemadas vivas con gasolina en otro episodio. Y tantos otros hechos semejantes, aunque en aquella parte de Andalucía duraron poco. Por supuesto, Queipo y los suyos practicaron un castigo feroz sobre los culpables... y seguramente sobre muchos inocentes que simplemente estaban por allí. No se trata de disculpar la represión de Queipo, sino, como dice Fernández-Coppel, de situarla en su contexto, eso que a nuestros lisenkos de la historia tanto indigna por lo que muestra sobre el Frente Popular de sus amores.
Como señalé en el primero de estos comentarios, la represión de Queipo fue la "normal" en los dos bandos. Por desgracia, ambos practicaron el terror, como ocurre cuando los odios se desbocan y la ley cae por tierra. Y hoy sabemos perfectamente quiénes destruyeron la ley, abriendo paso al terror. Casanova me atribuye la versión de que "la república provocó la guerra". No sé si lee mal o le han contado un cuento. Fue la izquierda, y especialmente el Frente Popular, la que destruyó la república, arrasando lo que de democrático tenía esta, y con ello causó la guerra. Guerra deseada por los socialistas y otros muchos, aunque, claro, habrían preferido un desenlace distinto.
**** Redondo Terreros: "Sólo se vencerá ETA con un acuerdo entre Gobierno y oposición"
Pues no. El gobierno de Aznar estaba acorralando a la ETA sin necesidad de acuerdo con el PSOE. Zapo pareció unirse a Aznar, pero solo para traicionarle mejor. El PSOE siempre ha colaborado con la ETA (¡tienen tanto en común!), con el cuento de la solución política. El terrorismo del GAL no fue una excepción, pues, aparte la corrupción de rigor, lo utilizaba para presionar y entrar en "negocios" con la banda. Lo que le faltó a Aznar fue, quizá, la denuncia pública y clara de esa colaboración, dejándose engañar por Zapo y su pandilla. Una denuncia coherente del PSOE habría entonces contribuido mucho a marginarlo y, con un poco de suerte, a hundir a este partido, la mayor plaga que ha soportado España desde hace más de un siglo. Ahora, en cambio, es el PP el que corre un riesgo creciente de hundirse...
ATC Journal. ¡Llevamos la información!
Escribe Queipo en sus memorias: "Otra columna, en fin, ocupó Baena, en donde el salvajismo de la horda tuvo su mayor exponente: mujeres embarazadas a las que abrieron los vientres para sacar los fetos (...) niños que fueron colgados por los pies de los balcones, tras abrir sus vientrecitos, para recrearse viendo cómo caían a la calle los intestinos (...), violaciones de todas clases, asesinatos perpetrados con los mayores refinamientos de crueldad (...)". Y señala Fernández Coppel cómo 91 personas fueron allí muertas a hachazos por los amigos de nuestros historiadores lisenkianos. O las 24 personas quemadas vivas con gasolina en otro episodio. Y tantos otros hechos semejantes, aunque en aquella parte de Andalucía duraron poco. Por supuesto, Queipo y los suyos practicaron un castigo feroz sobre los culpables... y seguramente sobre muchos inocentes que simplemente estaban por allí. No se trata de disculpar la represión de Queipo, sino, como dice Fernández-Coppel, de situarla en su contexto, eso que a nuestros lisenkos de la historia tanto indigna por lo que muestra sobre el Frente Popular de sus amores.
Como señalé en el primero de estos comentarios, la represión de Queipo fue la "normal" en los dos bandos. Por desgracia, ambos practicaron el terror, como ocurre cuando los odios se desbocan y la ley cae por tierra. Y hoy sabemos perfectamente quiénes destruyeron la ley, abriendo paso al terror. Casanova me atribuye la versión de que "la república provocó la guerra". No sé si lee mal o le han contado un cuento. Fue la izquierda, y especialmente el Frente Popular, la que destruyó la república, arrasando lo que de democrático tenía esta, y con ello causó la guerra. Guerra deseada por los socialistas y otros muchos, aunque, claro, habrían preferido un desenlace distinto.
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